miércoles, 22 de octubre de 2014

Las FARC fusilan a los niños reclutados si intentan fugarse


"¿Quiere saber de su prima?", preguntó desafiante el comandante."Fue fusilada, la matamos el 3 de enero porque se iba a volar. ¿Usted tiene algo que ver con lo que ella iba a hacer?", quiso saber. La guerrillera le miró de reojo, se tragó su rabia y guardó silencio. Su única salida, pensó, era fugarse.
Llevaba tres lustros en las Farc. La reclutaron a la fuerza cuando solo tenía 12 años de edad junto a su prima, un año menor. En julio pasado aprovechó que le mandaron a un caserío a hacer un recado y escapó.
Las cifras oficiales hablan de 18.419 los guerrilleros que han abandonado la banda terrorista desde el 2002 para acogerse al Programa de Reintegración. Jeny -nombre falso, pide reservar su identidad- habló con El Mundo porque quiere ayudar a que las Farc no se lleven más niños para enseñarles a matar y condenarles a vivir un calvario, como le ocurrió a ella.
El suyo comenzó la primera noche que llegó al campamento en zona rural de Urrao, departamento de Antioquia. No dejaba de llorar pensando en su familia. Las guerrilleras veteranas les advirtieron que se callara: "Si la ven triste, la sancionan o la fusilan por estar desmoralizada". A las dos semanas le separaron de su prima y le dieron un fusil.
"Lo arrastraba, era muy pesado y me regañaban porque decían que tenía que cogerlo con firmeza y quererlo como a mi mamá o papá, o más, porque eso es la vida de uno", rememora la ex guerrillera, una morena atractiva, de ojos negros brillantes y una sonrisa fácil.
Cuando llevaba cinco meses en las Farc, pretendió ir a su casa, a un par de horas del campamento, y despedirse de los suyos porque les trasladaban a una región apartada. "Olvídese del papá, la mamá y los hermanos. La familia la tiene acá", le dijeron. No volvió a saber de ellos.
Poco después perdió a un compañero en un combate. "Me cayó muerto encima. Tenía 14 años, era muy amigo mío. Yo le lavaba la ropa y él me ayudaba con el equipo en las marchas".
Con el pasar de los meses fue resignándose y habituándose a la disciplina. Pero había acontecimientos que le marcaban y le recordaban que esa guerra no era suya. Su Frente participó en la masacre de Bojayá, la más cruenta de las Farc. Asesinaron a 119 civiles. "En la guerra el que muere es que está metido, revuelto con los policías, con el Ejército", le dijo un guerrillero cuando la oyó quejarse por las muertes de niños y madres. "Nosotros matamos pero no asesinamos", agregó.
Una de sus peores pesadillas, que aún le remueven el corazón, fue abandonar a la hija que tuvo con un guerrillero. Su comandante descubrió el embarazo cuando estaba muy avanzado porque la pareja estaba destinada a una vereda, y el enfermero que practicaba los abortos en el Frente no llegó a tiempo de hacérselo. Le obligaron a entregar el bebé a una señora que colaboraba con la guerrilla. Dos años más tarde pudo tenerla de nuevo con ella unas semanas, antes de darla otra vez.
"Cuando vio que me iba, pateó, le pegó a la señora que se la llevaba y gritaba: mamá, mamá, no me dejes", recuerda entre lágrimas. En las Farc, le reiteró el comandante, quien da a luz incumpliendo la prohibición de tener hijos, debe olvidarlos. Por eso los abortos obligados son frecuentes y una de las razones por las que muchas guerrilleras desertan.  "A una compañera le hicieron un aborto a los ocho meses de embarazo. Se lo sacaron con pinzas y ella quedó como loca", cuenta Jeny.
Después de huir con la ayuda del Ejército, ingresó al programa de Reintegración y pudo recuperar a su hija, que ya tiene 8 años. Jeny está terminando el bachillerato -en las Farc no estudian-, y recibe un apoyo económico del Estado mientras encuentra trabajo. Aún no ha podido ver a sus padres y hermanos porque si vuelve a su tierra las Farc pueden asesinarla, solo habló por teléfono con ellos, tras catorce años de separación forzada. Y aunque le está costando adaptarse a la vida en una ciudad grande y a competir por un empleo, está feliz por la libertad y tranquilidad que respira, y confía en el futuro en paz que tiene por delante.

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